Bajo el signo e Caín
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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La película Coco me enseño la necesidad de aprender a valorar las cosas que son. Los hechos afectan nuestra vida pero no tanto como la interpretación que hacemos de ellos. En la película se muestra claramente lo que sucede en una familia cuando se tiene una visión incorrecta de las cosas. El tatarabuelo tiene un dueto de música. Viajan por todas partes. Un día, siente nostalgia de la familia y desea volver. Comparte con su amigo la decisión. El dueto goza de prestigio. La decisión de volver a estar con la familia es considerada por el amigo como una amenaza para su Éxito. Arrastrado por la idea de perder la fama, asesina a su compañero y usurpa su nombre y se atribuye, por tanto, la autoría de los éxitos musicales. La familia ignora la verdad de lo sucedido. Al ver, que el abuelo no regresa, piensan que se marchó con otra mujer, formó una nueva familia y abandonó a su esposa e hija. Desde entonces, la tatarabuela se dedicó a fabricar zapatos para sostener la familia y se prohíbe la música. Dicha prohibición se mantiene como expresión del dolor que guarda la familia en su alma. He podido comprobar que, detrás de los vetos que la familia establece a determinadas relaciones, profesiones y decisiones se encuentra escondido un trauma familiar. En muchas ocasiones, he llegado a pensar lo siguiente: durante toda la existencia del cristianismo se ha dicho que debemos optar entre Dios o, el dinero. Encontramos, por ejemplo, en el mismo Evangelio, la siguiente explicación: Judas es un ladrón al que sólo le interesa el dinero. Él vende a Jesús por treinta monedas. La ambición de Judas es extrema e inescrupulosa. Desde entonces, quien anhela dinero se encuentra en una encrucijada existencial: amar el dinero nos aleja de Dios y nos arrastra hacia el mal. Una visión errada de las cosas introduce desorden en nuestra vidas y, por ende, en nuestras relaciones. Del mismo modo, la lectura de la muerte de Abel a manos de Caín introduce una visión dolorosa de las relaciones entre hermanos. “Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo. Pasado un tiempo, Caín ofreció al Señor dones de los frutos del suelo; también Abel ofreció las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda; Caín se enfureció y andaba abatido. El Señor dijo a Caín: Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo. Caín dijo a su hermano Abel: Vamos al campo. Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín: Dónde está Abel, tu hermano?. Respondió Caín: No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?. El Señor le replicó: ¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo. Por eso te maldice ese suelo que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Cuando cultives el suelo, no volverá a darte sus productos. Andarás errante y perdido por la tierra”. El Señor Dios le advierte a Caín: “¿Por qué te enfureces y andas abatido? ¿No estarías animado si obraras bien?; pero, si no obras bien, el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo”. En el caso de Judas la cosa sería más o, menos así: “El Señor Dios dijo a Judas: ¿por qué andas triste y abatido? Acaso tú, conoces mis planes y designios. Tendré que hacer caso a tus expectativas para que no andes enojado conmigo. La salvación se llevará a cabo según mis intenciones, no según las tuyas”. El resto de ambas historias ya las conocemos. Vivir bajo el signo de Caín y Judas significa: creer que nuestro dolor y decepción es quien nos da la visión correcta de las cosas. Quien juzga la realidad, aparta la verdad y termina construyendo, en su lugar una mentira.