Bajo la misma llave
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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Diana Paris define la familia como el conjunto de personas que viven bajo la misma llave. En otras palabras, la familia está determinada por la vida emocional de los padres. La forma como los padres llevan adelante su vinculo resulta determinante para nuestra configuración personal. La definición también nos orienta hacia la inclusión en nuestra vida de los secretos, las palabras calladas y las que fueron pronunciadas en voz baja o, en voz alta por nuestros padres. Lo que somos se fraguo sin duda en la interacción con las experiencias de nuestros padres Lo que nuestros padres saben de sí mismos y de sus padres esta bajo una sola llave. Lo inexplicable, lo persistente, lo que parece enredado, lo que deseamos conocer permanece guardado en el mismo lugar donde somos engendrados. El ADN familiar, toda la información sobre el destino de todos y de cada uno, permanece guardado en el cuarto del inconsciente. Dice Diana París: el inconsciente es transgeneracional y su transmisión es inevitable. Cada uno tiene un mapa de los sucesos que han marcado la vida de los ancestros. Aquellas cosas con las que vibro o, rechazo pertenecen al mapa que se ha heredado. La simpatía o, antipatía que experimento hacia determinadas cosas o experiencias hacen que estemos cercanos o lejanos de aquellos ancestros que vivieron experiencias semejantes a las que nos resultan atrayentes o no. De esta forma, terminamos identificados, queramos o no, con el destino de alguien que no conocemos pero al que estamos unidos estrechamente por la fuerza del destino; es decir, en virtud de nuestro nacimiento en una determinada familia. Lo que somos o anhelamos alcanzar ya está en el ADN familiar. Está determinado por nuestros ancestros. Ese ancestro que paso por la vida haciendo el bien y que fue ignorado o rechazado por sus conductas reprobables están presentes en el ADN familiar y están ejerciendo influencia. Tanto el uno como el otro han de ser reconocidos. La fuerza que vigila por la supervivencia del sistema es intolerante con la exclusión y, en virtud de la necesidad de que el sistema viva y lo haga en unidad, suscita, en las generaciones posteriores, personas que hagan recordar, por sus conductas, a los que fueron olvidados, hasta que sean reconocidos como miembros de la familia con pleno derecho. Dice Diana Paris: “los rencores que olvidaron la causa de ayer tienen el foco en un chivo expiatorio de hoy”. A los miembros de la familia, a los que hoy se acusa de ser la fuente de problemas y dificultades en el seno familiar son, en realidad, los que están expiando las causas del malestar que la familia soporta desde años atrás. Me explico. Al que hoy se acusa de ser un vividor, nos revela que, en el pasado, alguien con su conducta se aprovecho injustamente del fruto del trabajo de otros. La conducta que hoy se alaba y se predica como la máxima virtud que un miembro de la familia puede alcanzar antaño fue ignorada y fuente de grandes divisiones y sufrimientos para toda la familia. Es decir, si hoy se alaba la honradez es porque antaño hubo uno que robo. También puede ser al contrario, si hoy, en la familia aparece un avivato es porque un honrado sufrió injustamente y se está buscando la reparación, una conducta que, aunque busca el bien, termina generando mayor dolor, sufrimiento y tragedia. En la medida que la familia sea capaz de superar el dolor, la división, la separación, la pérdida y la injusticia podrá detener, como dice Diana París, “la máquina del sufrimiento, la destrucción y la muerte”, que va pasando de generación en generación sin importar que se haya viajado hasta el último rincón del planeta. Solo podemos tener un presente diferente y también un futuro cuando nos abrimos a la reconciliación y al perdón. Dice el Evangelio: “procuremos ponernos de acuerdo con el hermano antes de que sea tarde”.