Creí que sabía del amor…
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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Habíamos caminado toda la jornada. Llegamos a casa, nos sentamos a descansar. Estábamos agotados. De pronto, el maestro empezó a hablarnos de lo que sería su destino. Me sentí tan conmovido que le dije: no permitiré que nada te suceda. Lo había visto tantas veces hablar y devolverle el sentido de la vida a tantos que no imaginaba un día sin compartir con El. Llegó el día que temíamos. El Maestro fue tomado preso. Fui detrás de él, quería estar cerca en el momento más difícil de su vida. Cuando me preguntaron: ¿lo conoces? Tuve tanto miedo por mi vida que dije: No, no sé de qué me hablas. El corazón se me estremeció y una voz me decía: “sabia que ibas a fallar en el momento decisivo, que tu cobardía iba a superar el amor”. Lloré amargamente y, mucho más, cuando él se volvió para mirarme. Me fui y lloré como nunca lo había hecho. Había traicionado el Amor, al amigo, a la esperanza. Tres días, más tarde, vino una del grupo, llamada Magdalena, a decirnos: ¡está vivo! Salí corriendo a verificar la noticia, tenía mucho miedo de que fuera verdad, cómo lo volvería a mirar a los ojos y que podría decirle, si había fallado en mi amor, en mi capacidad de ser leal con el que siempre estuvo ahí conmigo. No lo vi ese día. Pasaron ocho días más. Estábamos de pesca. Él nos dijo: muchachos, ¿tienen pescado? Sabía que era él. No pude contenerme, me tire al agua, desnudo cómo estaba, lo abrace y me pregunto: ¿me amas? Me derrumbe, no supe que decirle. Él se apresuró y me dijo: nunca he dejado de amarte, te amo con tu debilidad, cómo eres. Al escuchar sus palabras, me llene de valor y le dije: “sabes que te amo con todo el corazón, a pesar de mi debilidad; lloré amargamente, él me abrazo y me dijo, susurrándome al oído: ¡eternamente te he amado!. Entonces, sentí que el perdón había dado un nuevo impulso a mi alma. Años más tarde, tuve que enfrentar la muerte y lo hice sin vacilar, su perdón hizo que mi amor sea más fuerte por Él ahora. Los judíos se acercaron a Jesús y le dijeron: “el testimonio que tu das es falso. Jesús, les contestó: “vosotros juzgáis según la carne; en cambio, no juzgo a nadie”. La palabra carne tiene variedad de significados en la Sagrada Escritura. En el texto que citamos tiene dos acepciones. La primera, la debilidad y fragilidad humana. Según esta acepción, Jesús le estaría diciendo a lo fariseos: ustedes juzgan a los demás porque no aceptan la debilidad de la condición humana. Si la aceptarán no condenaría a nadie; en cambio, como la rechazan, condenan a todos porque no admiten que un ser humano pueda errar en las decisiones que toma en su vida. Dios acepta nuestra condición, se hizo uno de nosotros en la encarnación, Él sabe, mejor que nadie, que estamos a merced del sufrimiento y del pecado; es decir, en cualquier momento podemos extraviarnos y hacer lo que no deseamos. La segunda acepción hace referencia a la mentalidad con la que se vive. La incapacidad para abrirnos a la reconciliación nace del rechazo a nuestra propia debilidad. Dice una expresión: cuando insistas en cómo debería ser el otro…es cuando tú, definitivamente, necesitas un cambio”. Cada vez que alguien señala la imposibilidad de abrirse al perdón porque es inadmisible que se restablezcan las relaciones, se lleguen a acuerdos, se busque la paz, en lugar de fuerza, está revelando su debilidad y temor. Se necesita más valor para abrazar al enemigo que para quitarlo del camino. Diría un conocido maestro espiritual: “la grandeza de un ser humano se manifiesta en su capacidad de perdonar y de amar a los enemigos; su miseria y pequeñez de su corazón se ponen de manifiesto cuando incita al odio”.