Déjame ver lo qué hay dentro de ti

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Subí al bus para regresar a la casa, me senté, el conductor llevaba el radio encendido, empezó a sonar una canción llamada “necesito una compañera”, el conductor entonaba la canción con mucha emoción. Cuando llegué a mi destino, busque en el celular la letra de la canción. “Necesito una compañera, que de verdad me quiera, que no tenga maldad, que en su alma haya humanidad, que me sepa querer, sin temor a perder, que me ayude a vivir, que nunca sepa mentir, que conozca el dolor, que valore el amor. Porque he sufrido tanto, que hoy no puedo detener mi llanto ni callar mi soledad. ¡Ay, qué soledad! ¿la felicidad dónde está que no la he podido encontrar? ¡Quiero encontrar la felicidad! No puedo detener mi llanto, he sufrido tanto, que no puedo callar mi soledad, la felicidad, ¿dónde está que no la he podido encontrar? Llegué a la casa, encontré mi familia, salimos a caminar y mientras tanto, iba pensando en el encuentro de parejas del día siguiente: “Doce caminos para el reencuentro contigo”. Vino a mi mente este bello recuerdo de la teología matrimonial: “la unión del masculino y del femenino son la imagen perfecta de la relación de Dios con la Humanidad. Nada está separado, todo está unido, Dios está en todo, Él es todo, absolutamente todo. Nada tiene sentido fuera de Dios. Él, lo abarca, lo llena, lo colma todo. Quine tiene a Dios no necesita de nada. La canción continuaba resonando. ¿La felicidad, dónde está, que no la he podido encontrar? La canción dice que el corazón esta lleno de sufrimiento y éste causa un sentimiento de soledad profundo. Entonces, me dije: sentirse solo no es más que la expresión del dolor profundo y guardado en el corazón. La soledad es el resultado de la comprensión equivocada de la vida, una comprensión que nos dice que estoma separados. Mientras el dolor no se cure, la soledad es nuestra compañera permanente. El dolor, cuando se queda en el corazón, toma el lugar de Dios y el vacío que deja la ausencia de Dios; que entre otras cosas, no es real,  es llenado por la soledad. ¿Quien dejo el corazón a merced de la soledad no hace otra cosa que vivir enojado, desvalorizando, reprochando, exigiendo y sobretodo, con un sinsabor permanente.  Cuando nos sentimos separados de Dios y de todas las cosas estamos percibiendo erróneamente la realidad, las cosas, la vida y a nosotros mismos. Dice un autor: “el sentido universal que une a todas las cosas, es como un fino hilo conductor que lo mantiene todo unido. Cuando el ego piensa erróneamente que se encuentra separado del mundo que percibe, proyectará la necesidad de verse reflejado en los demás”. De ahí vendrá la percepción de que la felicidad es un objetivo inalcanzable; además, de que la soledad y el sufrimiento son lo único que está a la mano. Continúa diciendo el autor: “la dualidad es una percepción errónea. La unidad es la percepción correcta. Todo cuanto nos ocurre, todo cuanto forma parte de nuestros pensamientos, emociones, creencias, está unido por ese hilo conductor qué es el amor”. El amor incondicional crea un espacio de libertad y paz interior. Cuando nos abrimos al amor, dejando a atrás el sufrimiento, avanzamos hacia la estabilidad en nuestra vida, en nuestras relaciones y en la coherencia. ¿Por qué no vemos a Dios? Dice la una oración: “cuándo encontré a Dios descubrí en qué consistía la felicidad, sentí que todo estaba unido como el día a la noche y la luna a las estrellas, como el canto de la chicharras al verano”. Dejamos de ver a Dios cuando percibimos erróneamente las cosas. Cuando pensamos que lo justo es atacar al otro y hacernos daño a nosotros mismos. Dejamos de ver a Dios cuando lo buscaos en lo externo llegando incluso a ponerle barba y bigotes, cuando le atribuimos unos dones, virtudes y atributos que sólo sirven para sacarnos de apuros o para valernos de ellos y juzgar el mundo y a los demás.

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