Dios abarca toda mi vida
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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En el salmo 139 (138) el orante dice: “Tu saber me sobrepasa. Por más esfuerzos que hago no logro comprender nada que tenga que ver contigo”. El Señor nos invita a transformar nuestro corazón, nuestra mente y nuestra voluntad. El llamado De Dios consiste en que estas tres dimensiones del ser se orienten hacia Él y dejen de estar centradas en el Ego, en los pensamientos de ataque y en los sentimientos de ira y venganza. Cuando esta conversión se realiza, descubrimos lo profundo y misterioso que es conocer a Dios. Existen dos realidades. La primera es, la que crea la mente y, la segunda, la que proviene de Dios. Cuando hacemos referencia a la realidad creada por la mente nos encontramos, como dice un autor, con con lo siguiente: “los pensamientos de mi mente son proyectados fuera y causan lo que veo. La proyección da lugar a la percepción”. En nuestra mente existen las cosas que deseamos ver. Dice otro autor: “la mayor tentación que albergamos las seres humanos es, convertir a los demás en nuestro propio espejo, en los amplificadores de nuestro yo”. Si, la mayoría de las veces no vemos en el otro lo que es, sino lo que deseamos ver. En el mundo que crea la mente la aprobación del otro es fundamental. La mente nos dice que podemos poseer la mirada del otro, su atención y aprobación. Esta creencia nos hace sentir miserables si el otro muestra indiferencia o, nos cuestiona. Además, sin darnos cuenta, terminamos abrazados, como dice José Luis Martín Descalzo, “a la miserable imagen de nuestra limitación individual, a una silueta desmesuradamente agrandada de una familia, de un país o incluso de un mundo sin que nada de esto sea auténticamente real”. En el mundo que crea Dios, cuando habita le mente del ser humano, descubrimos que Él alberga todas las cosas y todas las cosas albergan a Dios. Todos estamos unidos. Cuando somos conscientes de que Dios está en todo lo que vemos, estamos creando unidad entonces, podemos comprender que cada uno de nuestros hermanos nos puede ayudar interiormente a vernos cómo realmente somos. De este modo, formamos un lazo de comunión que nos permite conquistar de manera integral la Consciencia de Ser Uno El mayor esfuerzo espiritual que podemos hacer es, unir todo lo que nuestra mente intenta ver separado. La verdadera visión la alcanzamos cuando nos sentimos contenidos por Dios. Nada existe por fuera de Dios, Él lo abarca todo, lo llena todo, lo cubre todo. Dice el Salmo: “nada escapa de su mirada”. Cuando Dios habita en nuestra mente y corazón conocemos el amor. Dice José Luis Martín Descalzo: “el verdadero amor es el que nos saca de nosotros mismos, el que nos lanza hacia afuera y nos enriquece, no por lo que nos devuelven, sino porque el simple acto de salir de nosotros es enriquecedor. El alma se estira cuando se abre. Se vuelve fecunda por el hecho de abrirse”. Donde Dios habita hay fecundidad. Cuando dejamos a Dios habitar en nosotros surge la amistad auténtica con Él. Dice Marcel: “tan pronto como surge la amistad hacia Dios, hacia los hombres, hacia las cosas, hacia la tarea emprendida el tiempo se abre y el alma sabe que no se pertenece a sí misma, que el único uso legítimo de su voluntad consiste precisamente en reconocer que no se pertenece. Partiendo de este reconocimiento puede obrar, puede crear, puede amar en libertad” La Misericordia y la compasión contribuyen para que nos veamos a nosotros mismos como hijos de Dios. A Dios no le interesan nuestros juicios sobre los demás y, menos aún, sobre Él. Todo cambia cuando en lugar de pensamientos de ataque albergo a Dios y dejo que sea Él quien ocupe mi mente y mi corazón. Cuando Dios está habitando nuestro ser se crea el espacio para el amor. En la comunión con Dios sólo se obra, sólo se crea por amor. Sólo se cree por amor. Y eso es lo que hace que la fe en Dios esté tan unida al amor a los hermanos”.