El perdón nos convierte en peregrinos
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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Peregrino es aquella persona que decide marcharse de un lugar, de una experiencia para ir hacia un santuario; a un lugar de una experiencia más profunda y trascendente de la vida. Para lograr ponerse en marcha es necesario escuchar la llamada de la vida; de lo contrario, se permanece en el lugar donde se está. El peregrino sabe que, el camino para llegar al santuario está lleno de dificultades. Por esa razón, se prepara y emprende el viaje ligero de equipaje. De lo contrario, no podrá alcanzar la meta. Cuando nos dejamos vencer por el dolor, el rencor, los pensamientos de ataque o, nuestras creencias irracionales entonces, nos quedamos fijos en un lugar, en el tiempo y en la experiencia. Es curioso, todos coincidimos que el tiempo pasa y, en ocasiones, vuela. Sin embargo, la realidad es, el tiempo es una percepción. Hay personas a las que vemos envejecer pero el tiempo se detuvo para ellas porque se quedaron custodiando una experiencia difícil. Sin perdón no hay autorización para marcharnos. De ahí que, a pesar del tiempo real transcurrido, escuchamos a personas hablar y reaccionar ante situaciones como si apenas estuviesen ocurriendo. Cuando perdonamos el tiempo se descongela y nos damos cuenta que la vida ha ido transcurriendo sin nosotros. El camino que el peregrino emprende es, por lo general, extraño. La meta es el encuentro con la divinidad. Es decir, con su esencia más profunda. El diccionario define la palabra divinidad como la esencia de un ser, su núcleo divino. El dolor y el rencor son las dos fuerzas que mayor poder tienen para separarnos de nosotros mismos. Cada paso que el peregrino avanza es la oportunidad para levantar una estela; es decir, para recapitular la experiencia que está viviendo y llenarla de significado y de sentido. En el antiguo Israel, los peregrinos, dejaban en el camino, el símbolo de la experiencia que el encuentro con la divinidad, había dejado en su alma. Por ejemplo, Jacob deja una piedra marcada con el nombre Betel, en el lugar donde soñó que subía y bajaba por unas escaleras. Algunos tatuajes, por ejemplo, funcionan como símbolos de experiencias que han transformado el alma. Para que el perdón nos convierta en peregrinos es necesario recorrer cuatro pasos fundamentales. Algunos autores señalan doce y otros, tres etapas. La calidad del perdón no depende del número de etapa sino de la disposición interna de vivirlo, de realizarlo. Así que, el número es, más bien, caprichoso. Lo auténticamente importante es el deseo de avanzar por la vida hacia el encuentro con nosotros mismos y vivir desde nuestra esencia. El perdón introduce en nuestra mente una corrección sobre los hechos ocurridos y ante los cuales nuestra vida permanece estancada, congelada. Para llevar adelante una experiencia de perdón son necesarias: una voluntad clara de sanar, el compromiso de permanecer atento a lo que cambia en nuestra mente, honestidad para dejar de justificar el ataque, practicar el desapego, dejar atrás lo sucedido y, finalmente, confiar en el Espíritu Santo porque sólo guiados por él podemos transitar con paciencia el proceso. La acción del Espíritu en nosotros es la que nos conduce, de nuevo, hacia el amor. Las etapas que nos conducen hacia el perdón auténtico son: La primera etapa es el reconocimiento de que, aparte de lo sucedido, nuestra mente está contribuyendo para que el dolor, la ofensa y el deseo de venganza se hagan presentes en la vida y la animen a guardar rencor. La segunda etapa consiste en la asunción de responsabilidad. Ser responsable no es ser culpable.