En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno, tú me sostenías.
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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La muerte de Cristo venció al pecado. Esta es una convicción profunda de la teología y de la vida espiritual en general. El pecado original y la enemistad con Dios quedan superadas por la Muerte inocente de Jesús en la Cruz. Dice la Escritura: “el que no tenía pecado murió contado entre malhechores”. El inocente apareció en medio de los criminales. Dice uno de los que fueron crucificados junto a Jesús: “nosotros tenemos culpa, pero este hombre, ¿qué ha hecho? La expiación se logra, según el mundo pagano, pagando por los pecados. Durante siglos enteros, el mundo ha construido su relación con Dios basado en la creencia sobre el enojo y la ira de Dios por la desobediencia de Adán y Eva. La teología del pecado insistió duramente en la necesidad de pagar el precio que la culpa de Adán y Eva nos dejó. El ser humano se vuelve incapaz de salir de esta creencia. En la espiritualidad cristiana, ha existido más influencia del paganismo que del Evangelio mismo. La idea de un Dios que castiga poco tiene que ver con la Revelación de Dios en Cristo. La muerte de Jesús en la Cruz se puede considerar como la forma de aplacar la cólera de un Dios irritado o, bien se puede acoger como la manifestación del amor de Dios que nos ofrece, en su Hijo, la posibilidad de reconciliarnos con Él y superar la distancia que nuestro temor a puesto entre ambos. Es Dios, quien superando nuestra incapacidad, nos ofrece el perdón y nos muestra que su amor ha estado siempre con nosotros porque su bondad es infinita. Nuestra mente es la que ha desfigurado a Dios proyectando sobre Él nuestros temores. San Pablo nos muestra que la expiación es nuestra libertad sobre el pecado. Antes, el ser humano andaba errante por la existencia, sin sentido, convencido que Dios estaba alejado, enojado e irritado. Con la muerte inocente de Jesús en la Cruz, Dios vence la enemistad y pone paz en las relaciones entre El y el ser humano. La existencia tiene sentido: la comunión con Dios. Lo que antes estaba perdido, con la muerte de Jesús en la Cruz, ha sido recuperado. La oscuridad ha sido transformada en luz. Dios al ofrecernos su amor no alteró nada en Él, siempre ha sido bondadoso, compasivo y misericordioso, ahora lo podemos ver cómo es, antes no porque el pecado, la creencia en su enemistad, nos mantenía ciegos. Para poder dominar el corazón, la mente y la voluntad del ser humano, el Ego ha recurrido a reducir a Dios. Un Dios vengativo y justiciero es una caricatura no solo de Dios sino del amor y de la creación entera. La enemistad, el odio y la alienación son una caricaturización de Dios, del amor y del ser humano. Dice un curso de milagros: “la Expiación se logra por medio de la comprensión de que nunca hemos sido abandonados por Dios, de que la separación ha sido una ilusión, que no hay nada que pagar. De este modo, la Expiación es el deshacimiento de una separación que nunca ha ocurrido. La reconciliación nos ha devuelto la confianza original. Dice el salmo 70: “en el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno, Tú me sostenías”. Dios siempre ha estado ahí, cuidándonos. La Expiación nos libera de todo lo que se interpone entre nosotros y Dios, la culpa, el miedo, el pasado y todas las ilusiones, al comprender que todo esto nunca ha sucedido. Jesús hizo que este principio fuese comprensible para nosotros por medio de su resurrección, no de su muerte. Francisco Carmona