En un Dios así, no se puede creer
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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El capitulo 15 del evangelio de Lucas está compuesto por tres parábolas que nos muestran abiertamente en qué consiste la misericordia del Padre. Una de esas parábolas es la del hijo pródigo o, como sugieren algunos, la parábola del padre que tiene dos hijos. Nos cuenta la parábola que, el hijo menor gastó toda la fortuna del padre con mujeres de mala vida, borracheras y amigos. Viéndose sin nada fue a cuidar unos cerdos. El patrón no le daba nada de comer. Viéndose en esta situación se dijo: en la casa de mi Padre a los jornaleros no les hace falta nada, voy a regresar, le dire: no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Cuando regresó, el padre lo vio, salió a su encuentro, lo abrazó y dió la orden de hacer una fiesta porque había recuperado a su hijo. El hermano mayor no quiso entrar a la fiesta, no le parecía justo lo que estaba haciendo el Padre, según éste hijo, el padre actuaba mal al organizar una fiesta para alguien que había despilfarrado todo. Seguramente, en su corazón se decía a sí mismo: da la mismo ser bueno que malo, al fin y al cabo, no sucede nada. Di un taller sobre la misericordia de Dios, había un grupo de sesenta personas, todos jubilados, cuando conté la historia del hijo pródigo y dije: “en el cielo hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos”, un señor, dijo airadamente: “en un Dios así, no se puede creer, ¿para qué sirve entonces, hacer las cosas bien? Tiró airadamente la puerta del auditorio y salió. Después supe que, en un momento de su vida, el hombre que había llevado un comportamiento intachable como gerente de un supermercado de cadena, había bajado al almacén, tomó una botella de licor sin pagarla, subió a la oficina y se la tomó con su equipo de trabajo. Después, cuando revisaron las cámaras de seguridad, vieron lo sucedido y el hombre fue despedido inmediatamente. Aún, no podía comprender porque él había sido despedido y otros, en cambio, eran perdonados. Cada vez que me siento con derecho porque he sido bueno, caigo en lo más profundo del abismo. Cada día me convenzo más de la verdad que encierra la siguiente expresión: “el juicio nos aparta de la verdad, nos impide ver las cosas como son”. Un padre de familia le dice a su hijo: en la vida salí adelante solo, nunca necesite la ayuda de nadie, la gente solo te busca por interés, los amigos no existen, en nadie se puede confiar”. En el corazón del padre solo hay buena intención. Un día, el hijo, va condiciendo el carro y atropella a alguien, de inmediato, de su inconsciente vienen las palabras de su padre: “uno tiene que arreglárselas solo”. Se queda callado, nunca cuenta nada. Pasa el tiempo y llega a la casa una citación para una audiencia en un juzgado penal, el padre recibe la notificación y piensa: no puede ser, tiene que haber alguna equivocación, aquí no ha pasado nada. Cuando llega el hijo, le muestra la citación, el hijo le cuenta la verdad, el padre enfurecido le dice: por que no contó, se habría podido hacer algo y le dice al hijo todo tipo de reproches. Esta reacción del padre no es más que su esfuerzo por mantener su inocencia y alejar la culpa. Cuando el padre se pregunta: ¿qué pasó? Se dará cuenta que: el hijo no pidió ayuda porque el siempre le ha dicho: “en la vida uno sale adelante solo”. Seguramente, alguno de ustedes estará pensando: ahora salimos a deber. De corazón les digo: sí y ¿por qué? Si hubiésemos sido responsables, nos cuidaríamos de los mensajes que damos una y otra vez a nuestros hijos. El joven actúo de acuerdo a lo que los padres le enseñaron.