Encender una Luz, Encontrar nuestra Paz

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Dice una amiga: “cuando tenía 13 años veía a mi mamá discutir todo el tiempo con una hermana mayor. el motivo de la discusión era el novio de mi hermana. Mi mamá siempre le decía: ese muchacho no le conviene, ese era su estribillo. A mis 15 años, mi hermana salió de la casa, cuando volvimos a saber de ella fue porque estaba en un hospital. Se había practicado un procedimiento médico para interrumpir el embarazo. El novio la había llevada hasta ese sitio. Cuando llegamos, mi hermana estaba inconsciente, el médico le dijo a mamá que no había qué hacer. Después del funeral de mi hermana, mi mamá llegó a la casa, recogió todo lo de mi hermana, lo guardó. De mi hermana nunca más se volvió a hablar en mi casa. Mi mamá cada día era más callada. Nos hicimos adultos, nos casamos, tuvimos hijos y mi hermana quedó en el olvido. Un día, a mis 48 años, fui a la casa de mi mamá a visitarla. Conversamos. Ella, me pregunta por las cosas qué estaba haciendo en la vida. Le hablé de la importancia de darle un lugar a los excluidos en el corazón y de honrar el destino de cada quien por difícil que nos resultara. A medida que iba avanzando la conversación, mi mamá fue mostrando mayor interés. Hicimos un ejercicio que había aprendido. Después de un rato, mi mamá se levanto de la silla donde estaba, su actitud había cambiado, fue saco una foto de mi hermana y la puso en la mesita de la sala. Más tarde, fueron llegando mis hermanos con sus hijos de visita. Todos notaron el cambio de la abuela y, sobretodo, la foto en la sala. Como era de esperar, comenzaron las preguntas. Ninguno de mis sobrinos sabía que tenía una tía que había muerto jovencita. Mamá empezó a hablar de ella, contaba las cosas bonitas de mi hermana y sonreía. Ese día, mi mamá saco a la Luz su dolor y especialmente, el amor hacia mi hermana. Me sentí, dice mi amiga, profundamente satisfecha de haber ayudado a mi mamá a traer a la luz el amor que tenía por mi hermana. Entonces, fui a mi casa y encendí una vela en honor de mi hermana. Algo había cambiado en mi, en la familia y, también, en el mundo: el amor había salido de la oscuridad a la Luz”. Después de este relato, encontré una frase que dice: “la Paz, nuestra Paz, está al lado de la emoción que deseamos evitar”. Creo que es así. Mientras más nos resistimos a nuestras emociones, ellas más permanecen y nos reclaman un lugar en nuestra vida. Cuando se los damos entonces, todo es diferente.  Mi amiga me contaba: “mi mamá, no sabía porque, se sentía culpable de la muerte de mi hermana. Ella sentía que debía haber sido más fuerte para alejar a mi hermana de su novio. Decía ma mamá que algo en su interior le decía que ese joven iba a llevar a su hija a la muerte. Los sentimientos de culpa le robaban la Paz. Cuando mi mamá comprendió que no podía hacer nada, que mi hermana había encontrado su destino de esa forma y que el destino le pertenece a cada quien y, por esa razón, no había  nada que ella o, alguien más pudiera hacer. El destino es la fuerza de lo inevitable. Sé lo difícil que resulta para las mamás aceptar el destino de los hijos porque como dice un ser entrañable: “las mamás sabemos lo que va a pasar, nos sentimos con la responsabilidad de evitarlo y cuando nos damos cuenta que no podemos cambiar nada, nuestro corazón sufre inmensamente. Solo superamos el dolor cuando comprendemos que estamos al servicio de la vida y no somos la dueña de ésta” Un autor espiritual, Eugene O'Neill, pone en boca de de Lázaro, después de la resurrección, las siguientes palabras: “esa es vuestra tragedia. ¡Olvidáis! ¡Olvidáis al Dios que hay en vosotros! ¡Queréis olvidar! El recuerdo implicaría el alto deber de vivir como un hijo de Dios... 

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