Estoy decidido a ver

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Hace algunos días, escuche a una persona decir: “mi pareja es una desconsiderada. Le pedí el favor de llevarme a una cita porque se me estaba haciendo tarde y me respondió: son los siete de la mañana, entro a las 8, aun no me he bañado y vestido, tengo el tiempo justo. Si te llevo no alcanzo a arreglarme para llegar a tiempo y si me esperas, tu vas a llegar retrasada, toma el carro y ve, ya estoy con el tiempo justo para llegar a mi trabajo. No puedo. A continuación, la persona añade: ¿qué le costaba hacerlo si esta a cinco minutos, qué importa que llegue un momento tarde al trabajo, acaso, ¿no es justo que me muestra algo de amor e interés después de todo lo que hago por su bienestar? Después de escuchar, el interlocutor le responde: ¿qué pasa, si miras las cosas de otra manera? Me levanté del sitio donde estaba y de camino al consultorio me dije: ¿qué pasaría si, nos damos la oportunidad de ver las cosas de otra manera? ¿Quién estableció que la forma cómo vemos las cosas es la adecuada? Acaso, no son los pequeños disgustos de cada día la expresión de un modo errático de ver la vida? Recordé la anécdota del libro ayudarse a sí mismo de Lucien Auger: “un hombre ha tenido un mal día en el trabajo, llega a la casa y la comida no esta lista, se enoja e insulta a su esposa. Otro día, el mismo hombre ha recibido la felicitación de su supervisor en el trabajo, llega a la casa y la comida no esta lista, le dice a la mujer: no te preocupes, pidamos un domicilio”. ¿Qué produjo el cambio?  Tomando el ejemplo de Lucien Auger pienso: la situación es la misma: la comida no esta lista. Lo que ha pasado en el interior del hombre es diferente: en la primera, cuando sale del trabajo se dirige a la casa pensando: ¡soy un fracaso! Está idea sobre si mismo hace pesado su corazón y cuando llega descarga su dolor. En la segunda circunstancia, el hombre se dirige hacia su casa pensando: ¡Qué bien, se dieron cuenta de mis talentos! Llega a su casa y le regala a su esposa su bendición. Hay un dicho popular que dice: “¡la fiebre no está en las sabanas!” ¿Qué pasaría si nos atreviéramos a ver? Cuando hago la pregunta caigo en la cuenta de lo siguiente: cada vez que pasa algo, la forma cómo reaccionamos, nos advierte, si estamos viendo o no la realidad. Cuando estamos ciegos, sentimos que el mundo es una amenaza y que todo a nuestro alrededor es hostil; en cambio, cuando vemos, lo que nos rodea esta ahí, simplemente. Nada nos  amenaza, somos nosotros, quien con un corazón cargado, utilizamos lo que está a mi alrededor para hacernos daño. Existe una frase que dice: “nadie, nada puede hacerme daño, las cosas y el mundo son inocentes, soy yo quien utiliza lo que me rodea para hacerme daño. Nadie me hace daño, soy yo quien lo permito”. Ciertamente, estoy hablando de las cosas cotidianas de la vida y de las relaciones. Si queremos ver es, necesario aprender a ir adentro, al corazón. Dice Alejandro Jodorowsky: “para aprender a amar hay que hacer un trabajo interior que sólo lo permite la soledad”.  Quien se queja de la soledad es porque teme estar sonido mismo o, no sabe cómo estar en armonía con su yo profundo o, tiene miedo de escuchar su corazón.  El amor, en su máxima expresión y verdad, exige la capacidad de reconciliarnos con nosotros mismos. Quien se ha declarado la guerra a sí mismo difícilmente encontrará e camino que lo lleve al amor, al respeto, a la aceptación, a la inclusión y al agradecimiento. Dice un autor: “la verdad es amor. La verdad como el amor sólo están dentro de nosotros. Para llegar a amar es, necesario renunciar al dolor, a creer que el mundo es nuestro enemigo, solo quien ve las cosas como son se ilumina y deja de andar en tinieblas” A continuación el autor formula una serie de preguntas: “¿qué sucedería si, dejáramos hablar a nuestro corazón ¿Qué nos diría? ¿Se quejaría del trato que le damos?

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