La disposición para aprender
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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Leí hace poco lo siguiente: “la nieta se acerca a la abuela y le dice: abuela, ¿qué es la magia? La abuela responde: la magia, mi querida hija, es sentir tu corazón latir”. Todavía recuerdo la impresión que me causó ver el pequeño corazón de Luciana latir, el día que fuimos a la primera ecografía. Me parecía increíble y asombroso; en realidad, magia. Pues bien, ese pequeño acto de magia, de cinco años, me dice un día, mientras mirábamos en la TV dibujos animados, ¡papi, quiero aprender a leer! La mire y le pregunté: ¿Y eso? Si, Papi, quiero aprender a leer porque la lectura activa la imaginación y la creatividad. Quiero tener mucha imaginación para no aburrirme y sentirme sola y creatividad para hacer muchas cosas que ayuden a la gente. Confieso que me quedé de una sola pieza y le dije: así es, hija, así es. Lo anterior, me recuerda que un día, mi papá, llegó a la casa con un libro. No sé que edad tenía yo, se que era muy pequeño. Me contó esta historia: “había un rey que padecía un terrible mal: lo atormentaban pensamientos horribles, creía que todos los de su alrededor lo podían llegar a traicionar. No podía dormir y mantenía angustiado. Los médicos le recomendaron leer. Le ordeno a su primer ministro que le consiguiera quien le leyera y le contará historias. Se promulgo entonces, un edicto: “la mujer que sea capaz de curar el alma del rey, contándole historias, se convertirá en su esposa”. Se presentaron varias mujeres, al llegar la noche, el rey entraba en la habitación y, a antes de dormir, escuchaba las historias que la mujer tenía para contarle. Cuando la mujer se detenía en el relato porque ya no sabía que mas decir, el rey se llenaba de furia y la mandaba a decapitar. Así murieron muchas. Un día, la hija de un Sultán, al escuchar hablar de la enfermedad del rey, se ofreció para ir al palacio y contar historias que ayudarán a curar el sufrimiento del alma. Su padre, con mucho temor porque sabía lo que estaba sucediendo, la dejó ir. La joven muchacha llegó. El rey, al verla, quedo sorprendido de su belleza. Cuando llegó la noche, el rey entró en su habitación y vio que allí estaba la joven hija del sultán. La muchacha empezó a contar una historia que logró entusiasmar al rey. Esa noche el rey logró dormir en paz. Al día siguiente, sucedió lo mismo. A medida que pasaba el tiempo, el rey iba mejorando y se notaba cada día más entusiasmado. Poco a poco se fue enamorando de la hija del sultán que cada noche tenía una nueva historia que contarle. Así pasaron una y mil noches y el rey recuperó la paz de su alma y la joven mujer se convirtió en la esposa y reina del lugar. Todos la admiraban porque había logrado curar el alma atormentada del rey con sus entusiasmantes historias. El mejor remedio para los sufrimientos del alma es una buena historia. Todo lo que logra llenar el alma de entusiasmo es una buena cura. En los momentos de soledad, la mejor compañía es un buen libro y lo es porque te llena de inspiración, activa la imaginación y suscita la creatividad. La pequeña maga de mi vida me estaba recordando una verdad fundamental: cuando un ser humano pierde la imaginación y la creatividad el alma entra en desesperación. En una ocasión, le dije a mi mamá: estoy aburrido y ella sin decirme nada, me paso el libro de cuentos de los hermanos Grimm. Con el paso del tiempo aprendí que las buenas historias nos enseñan como salir de los laberintos y encrucijadas del alma. Un día escuché, en clase de literatura, que existió una gran mujer en las letras latinoamericanas. Considerada la más sabía del continente en el siglo XVI. Esta mujer había recibido la sentencia de no volver a leer ningún libro. Su inteligencia resultaba una amenaza para le mediocridad masculina y eclesiástica del momento. Por orden del inquisidor romano quemaron todos su libros......