La gran tentación

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

En el libro los órdenes del amor,  Bert Hellinger cuenta la historia de una mujer cuyo síntoma es, un fuerte dolor de espalda y la pérdida de sensibilidad en su brazo derecho. Bert Hellinger le dice: imagina que acaricias a tu marido. La mujer contesta: no tengo marido! Bert Hellinger le dice: al de antes!. Días después de leer esta historia, encontré un joven que se quejaba de un dolor muy fuerte en su brazo. Su intención era golpear a una persona cercana a su circulo familiar. Recordé entonces, la anécdota leída. Entendí que, detrás de la ira contenida, del deseo de agredir a alguien está presente, agazapada, la necesidad de abrazarlo, de expresarle el cariño que se siente hacia él y de recibir también su amor. Algunos autores afirman que, “todo el mundo lleva consigo desde el nacimiento una ira primaria, profundamente contenida. Puede ser moderada con una capa de civilización, pero debajo, en el inconsciente, hay una ira violenta. Muchos atribuyen esto a nuestro origen animal en la evolución” Otros autores, consideran la ira en sentido metafísico. Dentro de nosotros mismos llevamos una ira ciega contra nosotros mismos porque creemos que hemos atacado la realidad y lo hemos conseguido, creemos que de alguna manera nos las hemos arreglado para separarnos de Dios y que hemos destruido la unidad del Cielo. Pensamos que en un ataque de resentimiento por no haber recibido un trato y un amor especial, hemos destruido nuestro Hogar y no podemos ya regresar nunca”. La podríamos llamar la ira por la pérdida del paraíso. Otro autor, señala: “estamos furiosos con nosotros mismos, pero incapaces de soportar la culpa por el odio hacia nosotros mismos, lo extendemos hacia fuera y lo desviamos a otros objetos que consideramos separados de nosotros. La palabra usada para este desplazamiento de la ira es “proyección”. El ego dentro de nosotros está continuamente “maquinando”, buscando situaciones sobre las que proyectar la ira con aparente justificación, para convencer a nuestra mente de que la causa de la ira está afuera, y no adentro”. Existe una teoría que se llama la teoría del espejo. Esta teoría afirma: “de la misma forma que hay partes de nuestro cuerpo e imagen que no nos agradan cuando nos miramos al espejo, también hay aspectos de nuestra personalidad que no aceptamos. Encontramos en los demás reflejos que no encajamos, siendo todo este material reprimido por nuestro inconsciente. Es decir, de alguna manera, algunos de los rasgos que menos nos gustan de los demás los identificamos en nosotros, aunque sea de manera simbólica. Así, en parte lo que nos desagrada de los demás también nos desagrada de nosotros mismos”. Lo que veo en el otro; en realidad, me pertenece a mí mismo. El odio que siento hacia los demás expresa el odio que siento hacia mí, hacia mi vida, hacia la percepción que tengo de mi ser. Esta teoría tiene tres leyes que son: La primera dice: “todo lo que te molesta, irrita, enoja o quiero cambiar de otro, está dentro de mí. La segunda dice: “todo lo que me critica, combate o juzga el otro, si me molesta o hiere está reprimido en mí y me toca trabajarlo. La tercera dice: “todo lo que el otro me critica, juzga o quiere cambiar de mí, sin que a mí me afecte, le pertenece a él. Por ultimo, la cuarta dice: “todo lo que me gusta del otro, lo que amo en él, también está dentro de mí, reconozco mis cualidades en otros”. Así que, la gran tentación de hacerle daño al otro no es más que la expresión del daño que quiero hacerme a mí mismo y, también es, la manifestación del poco amor que siento hacia mí mismo. De igual forma, es la necesidad de dar y recibir amor que experimento.

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