La Luz disipa la oscuridad

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Lo siguiente, siempre llama la atención: cuando las cosas no resultan bien, cuando la dificultad persiste y la solución no llega, lo primero que el alma experimenta es el abandono. “Sion decía: me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”, dice el profeta Isaías. La oscuridad se apodera del alma cuando ya no vemos, no sentimos, no experimentamos la cercanía de Dios. Cuando nos sentimos batallando solos. En el capítulo uno del libro del Genesis se dice: “en el principio existía el caos”. Es decir, el desorden. Nada tiene un lugar específico, nada tiene un propósito. Nada tiene sentido. La Oscuridad reina. Allí, donde no podemos ver, la confusión aparece y con ella viene el cansancio y la fatiga. Dice el profeta Isaías: “yo sabía que tú eres obstinado, que tu cerviz es una barra de hierro y tu frente de bronce. Te estás ufanando de saber cosas que antes no existían y, por esa razón, no podías conocerla de antemano. Nunca has oído hablar al oído de cosas que para mí también eran secretas. Sé muy bien que tú eres pérfido y se te llama rebelde desde el seno materno. Te he probado en el crisol de la desgracia. Por mí, por mí, lo hago, pues ¿cómo mi nombre sería profanado? No cederé a otro mi gloria. Escúchame, Jacob, Israel, a quien llamé: Yo soy, yo soy el primero y también soy el último. Sí, es mi mano la que fundamentó la tierra y mi diestra la que extendió los cielos. Yo los llamo y todos se presentan. ¡Si hubieras atendido a mis mandatos, tu dicha habría sido como un río y tu victoria como las olas del mar!”. Los reproches que el profeta hace, obedecen a la pretensión del ser humano de usurpar el lugar de Dios. Cuando abandonamos el lugar que nos corresponde, en lugar de luz, atraemos a nuestra vida oscuridad. El sufrimiento es la consecuencia de abandonar el  lugar que nos corresponde y de atribuirnos saberes que ignoramos. Cada día comprueba que, cuando seguimos los dictados de la mente, creadora de realidades que no existen, terminamos confundidos, enojados y distanciados. Muchas doctrinas que hoy circulan son el fiel reflejo de la oscuridad en la que nos encontramos porque pretendemos ser lo que no somos. El curso de milagros enseña: “la Luz es el principio inteligible y superior en el que se manifiesta la Divinidad. El primer trabajo que realizó Dios en el Proceso de la Creación, fue separar la Luz de las Tinieblas, determinando de este modo, la Luz como el Principio más elevado del Padre y estableciendo un nivel inferior, donde la oscuridad tendría su lugar. Es la búsqueda y el encuentro con la Luz, la más elevada conquista que podemos realizar para elevarnos a la consciencia divina”.  La iluminación no es el resultado de una doctrina; al contrario, es la expresión de una experiencia de vida, es el entendimiento.  Por entendimiento se conoce la capacidad de pensar y obrar con buen juicio, prudencia, reflexión, sensatez y responsabilidad. Una persona iluminada es la que ha entendido que todos provenimos de la misma Fuente, que esta es bondadosa con todos, no excluye a nadie, que su voluntad es eterna, su amor incondicional y gratuito y tiene un propósito para todos y cada uno. El iluminado reconoce a los demás como sus hermanos y, en consecuencia, comparte con ellos el Destino. Toda experiencia vivida y compartida nos conduce a la fraternidad.  Dice el profeta Isaías: “el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados. ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas?Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré”. Si el abandono, la soledad y el miedo son la oscuridad, el amor es la Luz. Todo se hace diferente cuando entra en la esfera del amor.

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