La sabiduría de un escriba

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Los seres humanos podemos conectarnos los unos con los otros a través de dos formas: la primera, a través de nuestras heridas emocionales y, la segunda, desde el deseo de vivir y permanecer unidos a Dios. En la primera forma, nos encontramos para formar comunidad, los que estamos aferrados al Ego; es decir, los que se aferran como modo de vida a la división, a la rivalidad, al miedo, al afán de poseer, al dolor y al sufrimiento. Es un mundo marcado profundamente por la desvalorización y el afán de sentirnos superiores a los demás. Algunos, llaman a este mundo, el lugar de la inconsciencia. Aquí se vive desconectados de la verdadera esencia. La segunda forma: el deseo de vivir y permanecer unidos a Dios es, también conocido, como el mundo de la consciencia, del despertar, de la reconciliación y de la sanación. Aquí prima el deseo de ser uno mimo y seguir el destino que se vislumbra cuando se deja atrás la falsa personalidad del Ego. En este mundo, priman la purificación, el autoconocimiento, la generosidad, la entrega, la renuncia, entre otras. Es una camino lento y, en ocasiones, bastante difícil.  En el libro del profeta Oseas se encuentra la siguiente expresión: cuando tropieces con la falta, en lugar de hundirte en el dolor y en el temor de que el Señor te abandonara, aférrate a su promesa. Una promesa que nunca cambia ni falla, que te dice: te amaré por siempre. “Curaré su deslealtad, los amaré generosamente, porque mi ira se apartó de ellos. Seré para Israel como el rocío, florecerá como el lirio”. El amor del Señor nos cura de nuestras heridas y nos hace florecer y reverdecer. El profeta recurre a la fertilidad, belleza y aroma del viñedo para mostrarnos la fuerza del amor de Dios que sana, reconcilia y reconstruye. La grandeza o, pequeñez de una persona se revela por los ideales que persigue. Dice Juan José Mejía: “las personalidades atrapadas en el Ego sienten que, cuando dan, piensan que pierden; el servicio al otro, se convierte en una prueba de desgaste emocional, pues no siempre va acompañado del deseo desinteresado. El recuerdo de las heridas emocionales que nos une a los otros se convierte en un obstáculo para dar expresión al verdadero amor. No existe libertad para dar testimonio de los altos ideales del Ser. Estamos atrapados en la máscara, en la apariencia que nos mantiene prisionero de falsos valores”. Cuando se logra el despertar de la consciencia descubrimos nuestra auténtica condición: ser hijos amados incondicionalmente por Dios. Escribe alguien: “ me reconozco un ser débil, lleno de mucho dolor y sufrimiento. Me siento cansado de la vida que he llevado y mi corazón está profundamente lastimado por cada una d ellas relaciones que he iniciado y terminado. Estoy tan lejos de Dios como de mi mismo. La soledad es mi refugio y el alcohol mi mejor compañía. Todo el tiempo fantaseo con la llegada de un amor que me cure, nunca llega; al contrario, el amor se marcha por la puerta del servicio de mi apartamento. Abrí el Evangelio y escuché: “no temas, no peques más”. Cerré le libro y, por primera vez en mi vida, sentí que el amor verdadero está llegando”. Cada vez que Dios quiere dirigirse a alguien para expresarle su amor, comienza diciéndole: “no temas”. Parece ser que el miedo es el mayor obstáculo para experimentar, vivir, recibir y dar amor. En otras palabras, cuando en el camino hacia el amor aparece el miedo, el proceso se interrumpe. Nos quedamos anclados en el miedo y vemos al amor pasar de largo. Dice Juan José Mejía: “el miedo es el aliado del ego, en el sentido, de que es su fabricación. Su origen debemos buscarlo en el acto de libre elección, llevado a cabo por nosotros cuando perdemos la consciencia de que somos  hijos de Dios, de ver un mundo diferente al de Su Creador”. 

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