Mudarse a la otra orilla
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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El alma se nutre de los vínculos. Hace poco escuché una expresión que me llamó profundamente la atención: “podemos vivir sin pareja, sin haber contraído nunca matrimonio o, haber engendrado hijos. Pero, no podemos vivir sin vínculos. Nadie soportaría la existencia sin tener en el corazón a alguien a quien amar y sin estar en el corazón de alguien que lo ame”. La vida sin vínculos es, una vida amenazada por la locura, la desesperación y el sinsentido. Por vinculo entendemos, el lugar que se ocupa en la vida del otro y que éste ocupa en nuestra vida. El vinculo se construye. También se destruye y se enferma. El vinculo tiene una característica especial; es decir, el que viene a nuestra vida nunca se marcha de ella, se queda grabada en nuestro corazón y lo que vivimos marca el rumbo de nuestra existencia. A menudo, solemos decir que, el vinculo es todo lo que hacemos por obtener un lugar en el corazón del otro. Durante años, dice un consultante, “considere el amor como un sentimiento. Muchas veces, me pregunté si amaba. Por más que me esforzaba no lograba sentir el amor. Escuchaba decir, con frecuencia, que el amor inspira a los poetas y hace que los dioses deseen dejar de serlo para poder vivirlo. Sentí que el amor, como sentimiento, era capaz de suscitar muchas cosas en los seres humanos. Sin embargo, no lo podía entender. Cuando leí que Marx había escrito una carta de amor, me sentí conmovido y, además, me admiraba que un hombre intelectual fuese capaz de expresar amor. Dentro de mis creencias estaba presente que las personas intelectuales tenían una gran incapacidad de amar” Un día, después de leer muchas veces el himno del amor de San Pablo, 1Cor 13, 1-13, entendí que el amor no es una emoción y tampoco un sentimiento. El amor es la esencia de nuestra condición divina, es la expresión de que hemos dejado a Dios habitar en nosotros, es el sentido de nuestra vida y la mejor forma de humanizarnos. El amor es la expresión de nuestra actitud ante la vida. Quien está en sintonía con la vida, ama. San Pablo nos enseña que el amor es la forma cómo conocemos a Dios y como somos conocidos por Él; en otras palabras, el amor es una herramienta de autoconocimiento. Quien ama se conoce a sí mismo, quien odia ignora quien es. Enseña San Pablo: el amor supera el vacío de nuestra existencia. El amor define el valor que le damos a nuestra vida. Mientras más amamos, más valor le damos a nuestra existencia, cuando dejamos de amar también dejamos de valorar nuestra existencia. El amor le da sentido a todas nuestras acciones. Nada que sea auténtico puede realizarse fuera del amor. A diferencia de los dioses paganos, que desean dejar de ser dioses para conocer el amor, el Dios de Jesús se define a sí mismo como Amor. Quien ama conoce a Dios y es conocido por Él. ¿Cómo se que amo? Si el amor no es una emoción ni un sentimiento sino una actitud entonces, ¿cómo se reconoce? La respuesta es: porque vivimos con alegría. El amor es la fuente de nuestra alegría y nuestra alegría es, a su vez, el alimento del amor. Una persona ama cuando es paciente, servicial, agradecida, sencilla, humilde, procede con grandeza, busca el interés de todos, actúa con inteligencia emocional, busca la justicia, se compadece, dice la verdad, procede con rectitud, actúa con caridad ante las limitaciones del otro, sabe esperar, trata con dignidad a todos, confía y cree en el potencia propio y de los otros, el amor fluye y deja ir lo que hiere, separa, divida, llena de rencor y se muestra dispuesto a la reconciliación.