Nunca estoy enojado por la causa que digo
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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En psicología se utiliza con frecuencia la palabra síntoma. Con ella se expresa el malestar que genera el desequilibrio en nuestra vida. Recurrimos al síntoma como una herramienta para restablecer el orden en nuestra vida. Una herramienta que en lugar de solución representa una ilusión. Un síntoma generalmente es la voz del cuerpo y del sistema familiar que te habla de asuntos personales, familiares y/o transgeneracionales no resueltos... El síntoma se origina en una situación que no se resolvió adecuadamente y se convierte en una imagen congelada de la experiencia inicial. El sufrimiento que llevamos en nuestra vida nos cuenta lo que, en el pasado, se quedo sin resolver y, aún espera, encontrar una solución. Aprender a mirar amorosamente el dolor que nuestro sistema familiar lleva en su alma nos ayuda a sanar, liberar y trascender. Detrás de todo síntoma hay una pérdida que no ha sido asumida, un fracaso que no ha sido integrado, una situación dolorosa que no ha sido superada, un perdón hacia nosotros mismos que no nos hemos otorgado. Algunos dicen: “todo síntoma es la expresión de una culpa que no ha sido resuelta y una responsabilidad que no ha sido asumida”. Dice el salmista: “el Señor perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”. Todo síntoma se manifiesta a través del enojo, la irascibilidad, la inestabilidad emocional, la agresividad. ¿Qué hay detrás de todas estas manifestaciones? La respuesta es: disgusto. El disgusto hace referencia a dos cosas: la primera, nuestra impotencia ante la realidad. Las cosas son como son y no como deberían ser ni como las imagino o, sueño. La segunda, la incapacidad de asumir nuestra responsabilidad en los acontecimientos. Esta última se expresa en la agresión que dirigimos hacia los demás. Un autor dice: “el disgusto se puede expresar en forma de miedo, preocupación, depresión, ansiedad, ira, odio, celos o un sinnúmero de otras formas, y cada una de ellas se percibirá como algo diferente. Mas no es cierto que sean diferentes. Sin embargo, hasta que aprendamos que la forma no importa, no estaremos preparados para salir del disgusto y ver la vida de una manera diferente”. Un joven acusa a su madre de haber terminado la relación con su novia, insulta, agrede y dice todo tipo de palabras descalificadoras. Puede que la madre no haya tenido la mejor actitud hacia la novia de su hijo. Sin embargo, ésta no es la causa del conflicto entre los novios. Las actitudes de la madre son utilizadas como excusa para resolver una situación que se ha vuelto insoportable. En realidad, el joven sufre por la impotencia que causa la relación y la imposibilidad de aceptar la ruptura. Si la madre no ve esto, comenzará a sufrir y la fuente de su sufrimiento será un autoengaño. Hoy, se ha puesto de moda recriminar a los padres por la infelicidad que los hijos experimentan. Muchos padres, ya lo he dicho en otras ocasiones, caen en la trampa, piensan que no lo han hecho bien y creen que deberían hacer algo para remediar la situación. Una pseudo psicología alimenta estas creencias. Digo pseudo psicología porque el fin auténtico de la psicología es, ayudar al individuo a desarrollar su potencial y vivir como adulto; es decir, asumiendo la responsabilidad ante su propio destino. Unos padres que intentan remediar el pasado, en lugar de sabios, están actuando como necios y cayendo en la tiranía de sus hijos. Lo anterior no ayuda, al contrario, destruye... Una mujer de cuarenta años dice: “tengo una hija, ya esta grande, quiero volver a ser mamá”. Una semana más tarde, la encuentro de nuevo y dice: “en realidad, no quiero volver a ser mamá, lo que sucede es, quiero reparar lo que siento que no hice bien con mi hija mayor. Después añade, lo que hice fue con buena intención y, en la buena intención, no hay equivocación” Así es....