Señor, quiero ver!

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

Le presentan a Jesús un hombre ciego. Jesús le pregunta: ¿qué quieres que haga por ti? El ciego responde: ¡qué vea!. De inmediato, Jesús se inclina y con saliva y un poco de tierra hace barro y se lo unta en los ojos. Lo que sucede después es interesante. Jesús le pregunta: ¿qué ves? Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven. Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente, y podía ver todo con claridad. Nuestra salvación comienza a operarse en la vida cuando pasamos de ver las cosas como las imaginamos a verlas con claridad. Para logarlo es, necesario transformar el pensamiento. Una de las llamadas más urgentes que la vida nos hace para ponernos en la dirección correcta hacia la felicidad es transformar o, superar nuestra forma de ver las cosas. La mente se resiste a esta transformación porque ha cedido algunos de sus derechos al Ego y éste se niega a devolverlos. ¿Cómo así? La visión que tiene el Ego consiste en ser el centro de todas las cosas. El Ego todo lo ve desde su inocencia; es decir, nunca tiene responsabilidad. Solo el Ego tiene derecho a sentirse ofendido cuando los demás le reclaman por la forma como los trata los llama débiles, orgullosos, incapaces ante la vida. Para el Ego, solo él tiene la razón y la visión correcta de las cosas, los demás están equivocados o, manipulados. Atreverse a ver las cosas de manera diferente implica, ante todo, un compromiso de la voluntad, una determinación. Esta es la única condición necesaria. Cuando alcanzamos una nueva visión de las cosas, nuestro corazón se dispone a la pureza interior. De un corazón limpio sale el deseo de amar incondicionalmente, dar lo mejor de sí mismo, construir la paz y vivir en armonía. Un corazón impuro se revela en los labios impuros: el maltrato, la violencia, la discordia, la cizaña y la mentira, entre otras. Quien se abandona al resentimiento, la amargura y el victimismo difícilmente logra ver a los demás y a las cosas como son. En otras palabras, no logra conectar con la fuerza de la vida que, esencialmente es creadora y generadora de orden en las relaciones. Solo quien esta en contacto con la fuerza de la vida logra aceptar lo que sucede y amar incondicionalmente a sí mismo y a los demás. En la visión errada de las cosas se confunde el placer con el dolor, el pesar con el amor, la entrega con el sacrifico y la generosidad con la manipulación. En alguna ocasión, hice la siguiente afirmación: “formas equivocadas de ver, de pensar, nos llevan a formas equivocadas de vivir”. El sufrimiento, entre otras, tiene su origen en una visión errada de lo que sucede. Nos liberamos cuando vemos diferente, cuando cambiamos el lugar desde el que contemplamos los que sucede. He visto que, las personas que aprenden a ver, a pensar correctamente, son más felices y plenas que aquellas que se resisten a hacerlo, teniendo la posibilidad de aprenderlo y practicarlo. Esa resistencia, dice el Evangelio, tiene su origen en la dureza del corazón. Es decir, en el apego que tiene el Ego hacia las cosas y a la vida que lleva. Es curioso, la transformación de nuestra visión es el primer paso y la condición necesaria para acercarnos a Dios. La Iglesia católica llama Beatos, felices, a los que han alcanzado la visión de Dios. La humanidad, en su inconsciente sabe que, ver a Dios es ver de modo diferente. Cuando se le pide a alguien ver la vida con los ojos de Dios; en realidad, se le pide mirar con amor lo que sucedió, sin juzgarlo y, desde una perspectiva diferente, a la conservada hasta el momento en el que se produce el cambio. Dios espera de nosotros que transformemos nuestra forma de ver para que podamos entrar en comunión con Él y con todas las cosas creadas.  Pacho Carmona

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