Ver las cosas como son
Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

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Descubrir que las cosas no son como las estamos viendo ahora es un aprendizaje que, además de interesante es, necesario para vivir espiritualmente reconciliados con todo lo que nos rodea. La distorsión de realidad acarrea dificultades. Aceptar que las cosas no son como las hemos estado viendo, resulta incómodo porque nos desinstala. En la película Coco, desde la tatarabuela hasta la última generación de descendientes se tiene prohibido dedicarse a la música. ¿Cuál es la razón sobre la que se fundamenta semejante decisión? La tatarabuela tuvo como esposo un hombre dedicado a la música, un día salió de gira y nunca regresó dejando una esposa sola y una niña abandonada. Según la lectura de la abuela, el tatarabuelo se marchó con otra mujer. Las generaciones siguientes se dedican a juzgar al tatarabuelo por haber abandonado la familia y a honrar a la bisabuela que tuvo que crecer sin la figura paterna al lado. Una forma de ver la vida, la de la tatarabuela, se volvió la fuerza motriz de la familia en muchos aspectos, como por ejemplo, la unión familiar, la forma de conseguir el sustento, el establecimiento de lo permitido y lo prohibido en la familia. Todo cambia cuando se descubre la verdad: el tatarabuelo nunca pudo regresar porque fue asesinado. Ver las cosas como son, transforma todo. En este sentido, podemos decir, como afirma el Evangelio, la verdad nos hace libres. Estamos acostumbrados a aceptar las cosas como son presentadas y a no hacernos preguntas sobre si es verdad o, no lo que nos dicen. Pocas veces, nos atrevemos a cuestionar lo que se nos dice, lo que se nos presenta, lo que se nos muestra. Cuando la mente está poco entrenada acepta como verdad todo, de manera especial, lo aparente, lo superficial. No nos hacemos conscientes de lo peligroso o dañino que nos puede resultar esta vía. Hace poco conocí la siguiente historia: una mujer tuvo cinco hijos. Con el paso del tiempo, crecieron y tomaron diferentes rumbos. Uno de ellos, cayó en el alcohol y la droga, golpeaba y maltrataba a la madre, robaba los electrodomésticos de la casa, entre otros comportamientos. Los otros hijos le propusieron a la madre internar al hermano en un lugar para que se rehabilitara. La mujer fue a consultarlo con el párroco del barrio. Lo que viene a continuación me dejó en el asombro. La respuesta del sacerdote fue: “señora, esa es la Cruz que el Señor puso sobre sus hombros. El Señor nunca renegó de su Cruz, ¿cómo pretende usted hacerlo? cuando ha visto usted, que Dios se avergüence de alguno de sus hijos? Actualmente, la señora tiene 90 años y vive sola con su hijo adicto. Su mayor motivo de orgullo es, haber llevado todos estos años la Cruz. Mientras escribo esto, recuerdo una anécdota que vivimos en un pueblo de Risaralda llamado San Clemente, hace ya bastantes años. En en el pueblo había una niña de siete años que tenía problemas de cadera desde el nacimiento cuando la partera, al ver que la niña venía al revés, la había jalado de su piernitas para sacarla. El sacerdote del pueblo había conseguido quien operara a la niña. Cuando fue a conversar con los padres, la madre le respondió: padre, la niña nació así por voluntad de Dios y si esa es la voluntad de Dios así se quedará. Todavía recuerdo el enojo del sacerdote ante semejante respuesta. Después, nos enteramos que el pastor del pueblo le había dicho a la señora: “quien se opone a la voluntad de Dios atrae la maldición eterna sobre la propia vida y la familia”. Hay dos tipos de visión, la externa y la interna. El proceso de la visión interna es, más o menos, el siguiente: “cuando los ojos ven una cosa, inmediatamente se pone en marcha el dispositivo conjunto de la percepción sensitiva y el juicio valorativo y crítico. Esa conjunción de fuerzas da lugar a un pensamiento impregnado de emociones que se convierte en la antesala de lo que vamos a experimentar o a darle vida en el plano material.