Vivir aferrados al pasado

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

El libro del Eclesiástico nos invita a tomarnos en serio la siguiente exhortación para vivir con libertad nuestra vida. “Mantén  recto el corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Nunca te separes de Dios. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro. Confía en Él y te ayudará, es compasivo y misericordioso y nunca abandona a quien lo busca”. El objetivo de las recomendaciones del libro del Eclesiástico es, vivir con libertad. La mayor esclavitud que el alma puede experimentar es la sujeción a la creencia de que el pasado puede cambiarse. A diario, encuentro personas con mayoría de edad en su cédula pero niños en lo más profundo de su corazón. Lo anterior, obedece al apego que se tiene al dolor experimentado en el pasado.  El alma, la vida, se aferra y custodia el dolor experimentado con tanto celo que no se suelta de él fácilmente porque considera que si lo hace algo valiosa de ella se pierde definitivamente. Es curioso, nos resulta, en muchas ocasiones, más fácil vivir anclados en el pasado que arriesgarnos a vivir en el presente, en el aquí y ahora. Cuando el alma logra convencerse de que el dolor no le ha quitado nada y que ella sigue estando completa entonces, se arriesga a avanzar. Nada de lo que hemos vivido se puede cambiar. Solo la aceptación y la rendición nos ayudan a avanzar y cuando miramos con amor lo vivido podemos agradecer porque, sin lugar a dudas, nos ha transformado, nos ha hecho diferentes y, si rescatamos  su valor, nos haremos conscientes de la humanización que se esta llevando a cabo en nosotros. Las personas que muestran temor al futuro lo hacen porque proyectan sobre éste las experiencias del pasado y olvidan lo que pueden hacer en el momento presente. En una ocasión, le preguntaron a un hombre que se encontraba en el museo de Louvre que salvaría ocurriese un incendio. El hombre sin dudarlo contesto: “el fuego” a continuación añadió: es lo único que continuaría ardiendo y regalándome su don más preciado. A un escritor, le preguntaron: ¿cuál de las páginas que has escrito rescatarías? Él contestó: ninguna, solo rescataría el coraje con el que he sido capaz de escribirlas todas para continuar haciéndolo mañana. Después de leer las anteriores respuestas, me hice la misma pregunta: ¿qué rescataría de todo lo que he vivido? Puedo contestar, sin dudarlo, el deseo de estar siempre unido a Dios y de no permitir que alguien o, algo me separe jamás de Él. De ahí, he tomado la fuerza necesaria para ir por la vida y tomar las decisiones que he tomado y, seguramente, las que tendré que seguir tomando. Cuando la memoria parece olvidarse del deseo que la mueve, la vida la sacude y la vuelve a su intención fundante.   Así como dice el eclesiástico, lo repitió muchas veces, la mujer que me engendró a la vida y a la fe, “nunca te separes de Dios”. El curso de milagros nos hace una propuesta, a mi parecer muy bella, para vivir sin ataduras el presente y reconciliados con el pasado. Dice el curso de milagros: “mirar a todos como si los viéramos por primera vez,  sin culpas. Y tratar de mirar más allá en cada ser, esa parte divina, esa parte que sigue siendo inocente como Dios lo creó. Y desde esa visión abrirte a contemplar un mundo completamente nuevo, libre de condenas y lleno de milagros”. En el pasado no hay nada reprochable por vergonzoso que pueda parecernos si somos capaces de rescatar la fuerza de la vida que ha estado presente en él. Cuando miramos con amor el pasado, sin reproches y sin juicios, cuando reconocemos que las cosas no podían ser de otra manera porque ese era el tiempo en el que estaban ocurriendo entonces, podemos sentir que hay una fuerza superior que nos guía, nos acompaña. ..

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